Visité al padre Federico Carrasquilla en su casa en Medellín, en el barrio La Camila, y encontrarme con él fue encontrar un discípulo de Jesús; Federico, de 86 años, se ordenó presbítero hace ya más de 60; siendo joven sacerdote, fue enviado a Lovaina, les puso a sus estudios no sólo cabeza sino también corazón, y regresó al país lleno de entusiasmo. Y comprendió en esos años primeros que lo de Jesús eran los pobres y por eso, ha vivido pobre y con los pobres; y se dio cuenta que en el seminario y en la Iglesia casi todos hablaban de Dios, de consagrarse a Dios, y, como si la encarnación fuera un accidente, que no se hablaba de Jesús, de consagrarse a Jesús y hacer lo que Jesús hacía; así las cosas, todo resultaba religión, pero poco Evangelio; es que un Dios sin carne es pura ilusión. Así fue como se decidió a conocer a Jesús y a buscarlo en los evangelios y en la oración, y la praxis de Jesús, la buena noticia para los pobres, la liberación para los cautivos, la vista a los ciegos, la dignidad para los pordebajiados se fue haciendo lo suyo.
Eso, cosa rara, no gustó mucho a algunos líderes eclesiales y confundieron lo suyo con la ideología y, por esto, fue varias veces suspendido y casi nunca tenido en cuenta por la institución. El cardenal Alfonso López Trujillo vivía ofuscado con él y más bien le montó una guerra; ante esto, como David que no quiso usar las mismas armas del gigante, Federico no quiso defenderse con violencia y siempre sí con el Evangelio en sus labios; un día, y como signo de una Iglesia que, si no pone cuidado y discierne, fácilmente se puede envolatar en el poder, el cardenal enojado y no teniendo motivos para acusarlo le reclamó que “siempre encontraba el Evangelio en todo”; era esa pues la falta y nunca se la perdonó.
Y Federico considera providencia de Dios el haber sido marginado y esto porque se encontró a sí mismo lejos de cargos y poder y pudo dedicarse a lo de Jesús, a los pobres, y a hacer lo que Jesús hizo: se fue a los barrios, perdió todas sus seguridades, y empezó a trabajar de carpintero y a escuchar a la gente, a hundirse en sus luchas, a ser pobre y a inspirar a los pobres para que fueran los agentes de su propia dignidad. Es simpático el sagrario ante el cual no sólo ora, sino que vive y se está con todos los que lo visitan, es una olla de barro y ahí dentro, Jesús eucaristía. Y le preguntamos por ese sagrario y espontáneamente nos dijo que es que Jesús quiere estarse donde están los pobres, es decir, en la olla, y que, si queremos estarnos con Jesús pues no hay otra posibilidad que en la olla: nunca, como en este caso, había visto un sagrario que fuera a la vez biografía del que se acerca a él para adorar, es que este sacerdote de Jesús ha vivido siempre en la olla con su maestro, en los barrios populares, en los márgenes.
En estos tiempos del papa Francisco, los de una Iglesia pobre para los pobres, “no te olvides de los pobres”, es bueno recibir este testimonio y dejar que nos inspire; escribo aquí, literalmente, algunas de las palabras que le he oído a Federico y que me indican la ruta para vivir como sacerdote y cristiano: “Comprendí que ser sacerdote no era decir misa, ni tener una manera de vestirse distinta, sino dedicarle su vida a Jesús y a la obra de Jesús que él llamaba el reino de Dios”. “Cuando me acerqué al evangelio descubrí de inmediato que la existencia de Jesús es inseparable del pobre, Jesús nació pobre, vivió pobre, su familia fue pobre, sus amigos pobres, su predicación estuvo centrada en los pobres, su acción centrada en los pobres, murió pobre y resucitó pobre”, “mi vida sacerdotal la quiero centrada en los pobres”, “lo original de Jesús no fue que trabajó por los pobres… lo original de Jesús fue que él fue pobre como los pobres de su tiempo”, “al pobre lo miró, no como el que carece sino como el hermano”. “El centro de la visión de Jesús fue desde abajo… ser pobre es otra manera de ser persona.”.
Jairo Alberto, mxy
Noti-Misión
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